domingo, 7 de septiembre de 2014

Salmo 119:33-36. HE

Salmo 119:33-36.  HE
(Día 13)

Hoy iniciamos la estrofa relacionada con la letra HE (ה)…

(Salmo 119:33-36)  He.

(33) Enséñame, oh Jehová, el camino [Derej] de tus estatutos [Jukim], y lo guardaré hasta el fin.
(34) Dame entendimiento, y guardaré tu ley [Torá], y la cumpliré de todo corazón.
(35) Guíame por la senda de tus mandamientos [Mitzvot], porque en ella tengo mi voluntad.
(36)  Inclina mi corazón a tus testimonios [Edot], y no a la avaricia.


Nadie nace conociendo los mandamientos de Dios.  Es algo que debemos aprender.  Lo ideal es que los padres lo enseñen a sus hijos; pero aún si no fuera así, cada uno es responsable de aprenderlo.  Quienes hayan leído la Biblia, saben que no siempre es fácil entenderla.  Por eso es necesario pedirle al Espíritu Santo que nos ayude y nos de revelación.  Esto es lo que pide el salmista: “Dios mío, enséñame el camino… dame entendimiento... guíame por la senda” (v. 33-35).  No sólo necesitamos conocer las leyes en sí, sino también necesitamos entender la razón detrás de la ley, y así conocer la mente y el corazón de Dios.  Necesitamos revelación y entendimiento (heb. Bin, también discernimiento, comprensión). 

El salmista reconoce que Dios puede influir en nuestras emociones, y por eso pide: “Inclina mi corazón”.  Esto no quiere decir que Dios controle nuestras emociones, ya que nos ha dado libre albedrío.  Lo que el Espíritu Santo hace es “darnos un empujoncito”, y fortalecer lo que ya está en nuestro corazón.  En la historia vemos que el Señor endureció el corazón del Faraón, pues ya lo tenía duro; pero si nosotros tenemos una inclinación al bien, Él nos da un empujón en esa dirección.  La palabra que se traduce como “inclina” en hebreo es: Natá, que significa: estirar, extender.



Oremos…
Padre, hoy te busco para decirte que estoy dispuesto de todo corazón a cumplir tu ley y guardar tus estatutos, y caminar en la senda de tus mandamientos.  Pero reconozco que no puedo hacerlo sin Tu ayuda. Yehová, Tú eres mi Redentor, el Santo de Israel; Tú me enseñas provechosamente y me encaminas por el camino que debo de seguir.
Clamaré a la inteligencia, y daré voz a la prudencia; las buscaré más que a la plata, y las escudriñaré como a tesoros.  Entonces entenderé el temor de Jehová, y hallaré el conocimiento de Dios.  Porque Tú, Yehová, das la sabiduría y de tu boca viene el conocimiento y la inteligencia.  Tú provees de sana sabiduría a los rectos, y eres escudo a los que caminan rectamente.  Tú eres quien guarda las veredas del juicio, y preservas el camino de sus santos.  Entonces entenderé justicia, juicio y equidad, y todo buen camino.
Dame entendimiento, Señor; pero sobre todo, revélame tu mente y tu corazón porque quiero conocerte. 


[Salmo 119:33-36; Isaías 54:13, Isaías 48:17; Proverbios 2:3-9]

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