jueves, 23 de agosto de 2012

SERÁN CONSOLADOS (Mat.5:4)


(Día 5)

La segunda de las bendiciones en el Reino de los Cielos es:
(Mateo 5:4)  “Benditos” los que lloran, pues ellos serán consolados. 



De nuevo, Jesús nos sorprende.  ¿En qué sentido puede ser una bendición llorar?  Aunque parezca extraño, eso es precisamente lo que debemos hacer cuando experimentamos dolor en la vida. 

En el mundo se considera como “fuerte” a quien no llora y se contiene, pero lo único que se gana con eso es cargarse más.  Hay mucha gente amargada en el mundo porque no se desahogó. 

LLANTO POR DOLOR
El dolor es una realidad de la vida; no podemos evitarla.  Eventualmente todos vamos a experimentar alguna pérdida o alguna desilusión.  Por ejemplo: Tendremos que enfrentar la pérdida de un ser querido, porque todos moriremos algún día; tal vez enfrentaremos un fracaso personal; tal vez experimentaremos una desilusión amorosa. 

Aunque estas situaciones que nos causan dolor no son “deseables”, no podemos negar que nos ayudan a madurar y apreciar la vida, aun mejor que los momentos de éxito.  Dios usa todo para bien, aun las circunstancias difíciles.
(Romanos 8:28)  Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 

Aquí no dice que “todo nos irá bien”, sino que “todo (bueno o malo) nos ayudará para bien”.  Tanto los éxitos o fracasos nos pueden enseñar; y curiosamente los segundos son mejores maestros, pues nos ayudan a aprender y madurar. 

LA BENDICIÓN DE LLORAR
Cuando pasamos por un momento doloroso en la vida, es una bendición llorar.  No sólo porque así nos desahogamos, sino porque encontraremos consuelo.  Si llevamos ese dolor a los pies del Señor, Él sanará nuestra alma, Él le dará sentido a lo que no tenía, y Él nos ayudará a superar la prueba con gracia.  Al desahogarnos, ya no llevaremos la carga sobre nuestras almas, sino que el Señor la llevará por nosotros, y Él sabrá que hacer con ella.   



“Bendito es el que llora, porque será consolado.”

David entendió ese principio, y por eso nunca dudó en llorar y desahogarse ante el Señor.  Él sabía que en Él encontraría consuelo.
(Salmo 6:6-10)  Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama.  (7)  Se consumen de sufrir mis ojos; han envejecido a causa de todos mis adversarios.  (8)  Apartaos de mí, todos los que hacéis iniquidad, porque el SEÑOR ha oído la voz de mi llanto.  (9)  El SEÑOR ha escuchado mi súplica; el SEÑOR recibe mi oración.  (10)  Todos mis enemigos serán avergonzados y se turbarán en gran manera; se volverán, y de repente serán avergonzados.

(Salmo 116:3-7)  Los lazos de la muerte me rodearon, y los terrores del Seol vinieron sobre mí; angustia y tristeza encontré.  (4)  Invoqué entonces el nombre del SEÑOR, diciendo: Te ruego, oh SEÑOR: salva mi vida.  (5)  Clemente y justo es el SEÑOR; sí, compasivo es nuestro Dios.  (6)  El SEÑOR guarda a los sencillos; estaba yo postrado y me salvó.  (7)  Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque el SEÑOR te ha colmado de bienes.

David sabía que la única forma de salir del “pozo de la desesperación” es clamar al Señor y confiar en Él.
(Salmo 40:1-5)  Al SEÑOR esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi clamor.  (2)  Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos.  (3)  Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios; muchos verán esto, y temerán, y confiarán en el SEÑOR.  (4)  Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el SEÑOR su confianza, y no se ha vuelto a los soberbios ni a los que caen en falsedad.  (5)  Muchas son, SEÑOR, Dios mío, las maravillas que tú has hecho, y muchos tus designios para con nosotros; nadie hay que se compare contigo; si los anunciara, y hablara de ellos, no podrían ser enumerados.

Mañana veremos otras dos instancias en la que el llanto trae consuelo…


ORACIÓN
Señor, reconozco que me he tragado lágrimas por vergüenza, por orgullo o por dureza de corazón.  Pero eso no me ha ayudado en nada.  Cansado estoy de mis gemidos y de mis lágrimas con que riego mi cama, pero luego las escondo como si nada hubiera pasado. 

Señor, ya no quiero ignorar mi dolor, sino escojo ponerlo a Tus pies, pues Tú eres el único que puedes traer consuelo a mi alma.  Al llorar, reconozco que Te necesito.

Sé que Tú oyes la voz de mi llanto y escuchas mi súplica.  Tú recibes mi oración.  Cuando invoque Tu Nombre, responderás, porque eres clemente, compasivo y justo.  Cuando me he postrado, Tú me has salvado y he encontrado reposo en Ti.  Por lo tanto, clamaré hoy a Ti, y esperaré pacientemente.  Lloraré, y seré consolado.

Gracias, Señor, porque puedo desahogarme contigo; y gracias porque me traes consuelo, perdón, sanidad y restauración. Hoy sé que los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo.  El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo una gran cosecha.

[Salmos 6:6-10; 40:1-5; 126:5-6; 116:3-7 ]


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