EL RELOJ DE DIOS

¿Quién podría funcionar hoy en día sin la ayuda de un reloj?  Los llevamos en la muñeca, los colgamos en la pared, y también lo usamos en el teléfono y en la computadora.  El reloj nos ayuda a saber qué hora es. 

¿Por qué es tan importante saber la hora del día?  Nos sirve para poder coordinar nuestras actividades con los demás con quienes trabajamos y convivimos.  Sin el reloj perderíamos mucho el tiempo y nos perderíamos de muchas cosas. 

Esto es en lo natural, pero también hay una aplicación espiritual.  Hay un reloj espiritual que no está determinado por la hora Greenwich, sino por Dios.  Las agujas y los números de ese reloj divino son las fiestas y las fechas señaladas en la Biblia.  Éstas marcan y nos señalan los tiempos de Dios, y nos revelan cuál es Su Agenda y Sus planes.    Las fiestas bíblicas son tiempos de “cita divina”, en los cuales Dios nos convoca.  También sirven como señales de los tiempos de Dios.

Curiosamente, el “Reloj de Dios” no marca los tiempos del “Cielo”, ya que está fuera de lo que conocemos como “tiempo”.  Más bien, el Reloj divino señala los tiempos determinados por Dios para la humanidad.    Este reloj no es eterno, sino que tiene una fecha límite, luego de lo cual entraremos a la eternidad con Dios.  La “hora cero”, el final del conteo de este reloj, será la venida del Señor.  Luego de ello, todavía pasaremos un período de mil años en la Tierra, tiempo en el cual el Señor nos preparará para entrar en la eternidad.

TIEMPOS DE DIOS

La revelación más clara del calendario de Dios fue dado a Daniel... 

Cuando estaba por terminar el tiempo determinado para el cautiverio en Babilonia, Daniel buscó la voluntad del Señor. 

(Daniel 9:1-3)  En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, el cual fue puesto por rey sobre el reino de los caldeos;  (2)  en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años, de los cuales vino palabra de Jehová al profeta Jeremías, que había de concluir la asolación de Jerusalén en setenta años.  (3)  Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio y ceniza.

(Daniel 9:20-23)  Aun estaba yo hablando, y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y presentaba mi súplica delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios;  (21)  y todavía estaba yo hablando en oración, cuando aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al principio, volando con presteza, me tocó como a la hora del sacrificio de la tarde.  (22)  Y me hizo entender, y habló conmigo, y dijo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.  (23)  Al principio de tus súplicas fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, el asunto, y considera la visión.

La respuesta seguramente le sorprendió a Daniel porque no sólo se refería a ese tiempo que vivía, sino que era la revelación de los tiempos que Dios determinó para Su pueblo.  La historia de Israel y las agujas del Reloj de Dios van de la mano. 
(Daniel 9:24-25)  Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia eterna, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.  (25)  Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; la plaza volverá a ser edificada, y el muro, en tiempos angustiosos. 

Lo que se traduce como “semanas”, en hebreo es “Shevua” que literalmente quiere decir: “período de siete”.  Cada Shevua es un período de 7 años.  El período determinado para el pueblo de Dios y Jerusalén son 70 Shevuas (70 períodos de 7), es decir, 490 años.  Pero debemos saber que las agujas de este reloj no funcionan como las de este mundo.  Están determinadas por el Cielo.

A Daniel le fue revelado que el inicio de este conteo comenzaba con “la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén” (Dan. 9:25).  Según datos históricos, esto se dio en el año 455 a.C., cuando el rey medo-persa Artajerjes emitió un decreto autorizando a los judíos a retornar a Jerusalén y reedificar el Templo (Esdras 6).

A partir de ese momento se debían contar 69 Shavuas…“hasta el Mesías Príncipe”.  69 x 7 = 483. Cabalmente 483 años después de la orden de reconstrucción, el Mesías entró a Jerusalén sentado en un pollino, y unos días más tarde murió en la cruz del Calvario. 

(Daniel 9:26)  Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo del príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el santuario; con inundación será el fin de ella, y hasta el fin de la guerra las asolaciones están determinadas.

Allí se cumplieron las 69 semanas…y el Reloj se detuvo.  Ahora sólo queda una semana más para el fin, la cual está descrita en el libro de Apocalipsis.  Esos serán los últimos siete años, luego de lo cual vendrá el fin del sistema del hombre, tal como lo conocemos.  El Mesías vendrá a gobernar sobre toda la Tierra, y establecerá Su Reino.  Él va a traer justicia y paz, y acabará con la iniquidad y toda corrupción.  Ése será el Milenio Mesiánico, mil años en los cuales el Señor nos preparará para entrar a la eternidad.

En la próxima edición, hablaremos del Día del Señor y de las señales de los tiempos…